Saturday 13 February 2016

Para que aprenda a quedarme con la boca cerrada

Escrito por Lindsay de Feliz, traducido por Ambiorix Paulino
 
Acababa de publicar la ultima entrada en el blog hace unos días donde escribí sobre lo tranquilo que estaba todo. Que idiota fui. Desde que oprimí el botón para trasmitir todo se fue al infierno.

Danilo había puesto todos los gallos y las gallinas al frente de la casa porque así se me hace más fácil el darle la comida. También habría menos oportunidad para que los cachorritos se los coman. Pero hubo una gallina negra llamada Coja, porque cojea, que estaba echada en unos montes al lado de la casa. Puntualmente cada dos días a las diez de la mañana venia a la puerta de atrás a comer y a beber y después huía a meterse en el monte otra vez. Este día no llego a venir.

Termine de trabajar en el blog y todos los perros se subieron al balcón inestable a ladrarle a algo. Pensé que había una vaca en el jardín y no me gustaba la idea de que iba a tener que salir a acorralarla junto a sus amigas, pero cuando mire no veía señal de vaca por parte. Al fin salí a investigar y me encontré con diez pollitos en frente del balcón, y Coja adentro.

El balcón tenía un albergue para los perros que empieza al frente de la casa y la rodea. Lo habíamos tapado detrás y le hicimos un hoyo en el alambre para hacerle un gallinero.

 

Con razón Coja quiso meter sus pollitos adentro pero había un escalón de cemento abajo que se lo impedía. Los pollitos no podían encaramarse por el alambre. Busque unos palitos de apio y les hice un caminito a la Coja para que pueda salir por el agujero que habíamos hecho. También les puse un tablero de pan para que los pollitos la usen de puente. Con tiempo entro uno y después otro. Cuando entre a la casa empecé a oír píos porque un pollito bruto llego a meterse en la jaula de los perros. Me metí rápidamente a salvarlo y volví a salir para meterlo con las gallinas. Coja estaba en su esquina con unos pollitos así es que recogí a los otros y se los pase a ella. Todavía se oían píos y cuando me di cuenta vi a Sweepy, el cachorrito, con un pollito en la boca. Corrí a rescatar el pollito que se veía bien maltratado y se lo devolví a su mama.

 
 
Hay ocho pollitos negros y marrones y dos amarillos, y fue uno de los amarillos que Sweepy había agarrado. El problema ahora es que no puede caminar y tiene que agitar las alas para alcanzar un poco de impulso. Esto le funciona al menos que se encuentre detrás de alguna viga de madera. Cuando no puede llegar adonde esta la madre empieza a vocearle píos, entonces tengo que correr afuera a rescatarlo. Ya que no me puedo meter al gallinero me he inventado una serie de envases para recogerlo y luego depositarlo junto a su mama gallina. Uno de los envases es un cubo de margarina con un pedazo de hilo para meter al pollito y luego bajarlo encima de la mama y menearlo hasta que se salga. Este envase solo lo puedo usar cuando el pollito esta cerca del alambre y puedo pasar la mano. Sino uso el embase de recoger pollitos número dos, un colador de la cocina atado con cinta a un palo de escoba, con esto lo recojo y luego lo meto en el envase de margarina.

Me alegro en anunciarles que el pollito todavía está vivo y parece que ahora le volvió a funcionar una piernita así es que se le hace más fácil andar.

Mientras tanto Sweepy sigue igual de molestoso. Se sale del patio a cada rato buscando pollitos para comérselos. Ya que su mama es del color marrón y su papa es blanco no sé porque se parece a un Pastor alemán negro. A los cinco meses ya se le pasaba de tamaño a los dos. Es el perro más desobediente que he conocido. No puedo creer como pudo ser un cachorrito tan lindo que creció a ser un mostro con vida propia, andando cuando quiere, que le encanta comer pollitos.

 
Ahora me voy al colmado de más arriba en la carretera. Me rio cada vez que paso por ahí...

 
Había un viejito que vivía en una casa de madera que habían construido encima de una plataforma de cemento. Cuando él se murió les dejo la casa y sus pertenencias a los hijos, como se acostumbra. Pero no le pertenecía la tierra, así es que un día llegaron con un camión, desbarataron la casa y se llevaron todas las tablas de madera. ¡Por lo menos se quedaron con la casa!

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